sábado, 11 de julio de 2009

LA MÚSICA COMO DISCURSO SONORO- Nikolaus Harnoncourt


En medio de nuestra sociedad materialista y en vías de deshumanización, encontramos unas palabras que nos exhortan a tranformarnos y transformar el medio con el arte; esperando que estas palabras e invitación nos llamen la atención y nos muestren quizá un camino que hemos descuidado, traemos este extracto de un discurso del gran director de orquesta Nikolaus Harnoncourt.

Nikolaus Harnoncourt (Berlín, 1929) ha sido uno de los pioneros de la interpretación musical con criterios históricos. De nacionalidad austríaca e hijo de familia aristocrática, se formó musicalmente en Viena. El año 1952 ingresó en la Orquesta Sinfónica de Viena como violonchelista. Un año más tarde fundó el Concentus Musicus Wien. La recuperación de las óperas de Monteverdi, las novedosas producciones de las de Mozart o la primera grabación del ciclo completo de las cantatas de Bach (en colaboración con Gustav Leonhardt) son hitos importantes de su trayectoria artística. Su actividad se ha centrado cada vez más en la dirección orquestal, en un constante afán por descubrir nuevas perspectivas del gran repertorio sinfónico.


El año Mozart 2006 se abrió el 27 de enero (250 aniversario del nacimiento de Mozart) en Salzburgo con un discurso de Nikolaus Harnoncourt, que a la vez interpretó la Sinfonía en G Menor de Mozart, con la Orquestra Filarmónica de Viena. Este es un extracto del discurso:

¿Qué más puedo decir sobre Mozart? Nadie está capacitado para ello. Durante este año Austria es sinónimo de Mozart. Pero este hecho no tiene nada que ver conmigo. Me temo que es más cuestión de hacer dinero y de negocios. Deberíamos sentirnos avergonzados. Lo que Mozart nos pide y nos ha pedido durante más de doscientos años es muy simple: deberíamos escuchar en silencio y atentamente, y si fuéramos capaces de entender sus ruegos y súplicas, después como ya he dicho, deberíamos sentirnos avergonzados de nosotros mismos en vez de sentirnos tan orgullosos.
El arte y la música son una parte esencial en la vida; se nos dan para contrarrestar lo práctico, útil y explotable. Entiendo perfectamente a qué se refieren algunos filósofos cuando afirman que es el arte y la música en concreto la que hace al ser humano como es. [...] Las generaciones recientes se han concentrado cada vez más en lo que es directamente utilizable con la creencia de que la esperanza de felicidad solo se puede encontrar en las cosas materiales.


La felicidad se equipara a la prosperidad y ésta con las posesiones: Cuanto más poseo mejor me siento. Esta actitud ya influye en la educación y en la escuela. Todas la materias artísticas, todas las cosas que representan un desafío a la imaginación y son indispensables para la vida están siendo suprimidas de manera gradual. [...] Si el arte no tiene la misma importancia que la lectura, la escritura y la aritmética, y si la idea de inutilidad lo domina todo, entonces existe el peligro de que el materialismo y la avidez adquisitiva se conviertan en la religión de nuestro tiempo.
¿No hemos llegado ya a tal situación? Hace unos años el Cardenal König dijo: "El
camino que ha tomado Europa nos lleva a un callejón sin salida: la tecnología tiene prioridad sobre la ética, el mundo de los objetos es más importante que el valor de las personas". [...] El arte contiene algo desconcertante, algo que no se puede explicar; su fuerza invisible es poderosa y peligrosa, su efecto subversivo. Es por ello que la gente en el poder siempre lo han querido explotar. Sin éxito –porque el arte es resistente y uno no se puede apropiar de él ni controlarlo—. Pedimos al arte que nos sea de utilidad, poderlo controlar e incluso alardear de él.

En la actualidad la gente busca encontrar la paz y la relajación después de una larga y tediosa jornada de trabajo y recuperar fuerzas para volver a la ajetreada vida diaria a través de la música. Este es un paso peligroso en el largo proceso de convertir al arte en algo útil. Los grandes compositores apenas hicieron uso de esta tendencia. Era mucho más que eso: la reacción de los sentidos a la situación espiritual del momento. El arte es y sigue siendo un espejo que ayuda a la gente a reconocerse, permitiéndole mirar dentro del abismo.

[...] El arte nos guía, de hecho nos empuja a llegar a cierto tipo de realización: es el espejo en el que debemos reflejarnos. Para evitar esto, la gente ha asumido una manera de aproximarse al arte como algo meramente estético o popular. Es decir, se escucha música bonita y se miran fotos bonitas. [...] Nuestro conocimiento histórico o biográfico, hablando en general, es de hecho no conocimiento. Lo adquirimos indirectamente y creemos que somos testigos presenciales. Damos las imágenes de la televisión como hechos y creemos que estuvimos allí, pero nuestros corazones no se sienten afectados. La realidad es otra. Fue muy diferente. Nunca sabremos la verdad sobre Mozart; es la imagen que nos creamos nosotros la que consideramos verdadera.
Únicamente su música contiene la verdad.


Extraído de
La música como discurso sonoro
Nikolaus Harnoncourt
ACANTILADO
El Acantilado, 139
84-96136-98-1
344 páginas – 19 euros
Traducción de Juan Luis Milán



1 comentario:

  1. El próximo domingo, Harnoncourt cumple 80 años. ¡Gracias, querido maestro! Dedico un post al efecto en http://toelzerknabenchor.blogspot.com. Adoro sus versiones de las Cantatas, podría decir que gracias a ellas me ha cambiado la vida... :-)

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